En la evolución del Realismo español se suelen diferenciar tres fases: Prerrealismo, Realismo y Naturalismo.
El Prerrealismo se inicia con la publicación en 1849 de La Gaviota, de Fernán Caballero, seudónimo de Cecilia Böhl de Faber (1796-1877). Durante esta fase se escribe una novela idealizadora de tintes costumbristas y las obras tienen, con frecuencia, una intención moralizante. Esta valoración de lo narrado hace que no se pueda hablar propiamente de Realismo. El principal representante de esta corriente es Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891), autor de El sombrero de tres picos, una de las mejores novelas cortas del XIX.
Suele decirse que el Realismo se inicia con la publicación en 1870 de La Fontana de Oro, de Benito Pérez Galdós (1843-1920). En esta etapa, el narrador adopta una actitud más objetiva hacia sus personajes y el retrato psicológico se convierte en motivo central. Junto a Galdós y a Clarín (1852-1901), los autores más destacados del Realismo son José María de Pereda y Valera.
José María de Pereda (1833-1906) inicia su obra en el Prerrealismo, pero posteriormente evoluciona hacia una mayor objetividad. La mayoría de sus novelas se sitúan en su Cantabria natal; entre ellas destacan Sotileza (1885) y Peñas arriba (1893).
Juan Valera (1824-1905), aristócrata, diplomático y hombre de amplia cultura, dedicó gran parte de sus esfuerzos a la crítica literaria, labor en la que gozó de notable prestigio. Su principal obra es Pepita Jiménez (1874), novela en la que se narra la historia de amor de un seminarista, Luis de Vargas, y una joven viuda, Pepita Jiménez, con la que el padre de Luis pretende casarse.
José María de Pereda (1833-1906) inicia su obra en el Prerrealismo, pero posteriormente evoluciona hacia una mayor objetividad. La mayoría de sus novelas se sitúan en su Cantabria natal; entre ellas destacan Sotileza (1885) y Peñas arriba (1893).
Juan Valera (1824-1905), aristócrata, diplomático y hombre de amplia cultura, dedicó gran parte de sus esfuerzos a la crítica literaria, labor en la que gozó de notable prestigio. Su principal obra es Pepita Jiménez (1874), novela en la que se narra la historia de amor de un seminarista, Luis de Vargas, y una joven viuda, Pepita Jiménez, con la que el padre de Luis pretende casarse.
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